lunes, 25 de junio de 2007

Educación

Como extranjera residente en España, una de las cosas que más me ha impresionado desde que llegué aquí es el nivel educativo de este país. Todos los esfuerzos del sistema escolar están concentrados en evitar la diferenciación de los alumnos torpes y vagos frente a los dotados y trabajadores, y para conseguir esto se reduce el nivel de exigencia académica hasta extremos irrisorios, algo que muchos profesores, convencidos o resignados, están dispuestos a hacer. La víctima de este sorprendente método es el buen estudiante, que de esa forma -al mezclarlo con el mediocre- no da de sí ni la mitad de lo que podría.

El problema es que no hay otra salida para los padres que no se pueden permitir el lujo de la enseñanza privada o concertada, pues la pública no alcanza los estándares de calidad mínimos. Esto es algo sin parangón en la Europa comunitaria y extracomunitaria, donde siempre ha existido la posibilidad de que el alumno de calidad pueda acceder a una enseñanza pública acorde con sus méritos, al disponerse de centros selectos donde el acceso se establece a partir de filtros que evalúan su capacidad y conocimiento, no si vive cerca o lejos del instituto. El igualitarismo malsano e injusto de la educación española olvida al estudiante aplicado, condenándolo a una enseñanza de baja calidad -si la alternativa privada está fuera de su alcance-, y eso es absolutamente reaccionario, sin contar con que esa uniformización a ras de suelo mina el desarrollo cultural de las nuevas generaciones, abocadas a un declive cualitativo que se retroalimenta, convenientemente maquillado, por unas calificaciones que o son infladas o son el reflejo de una rebaja de contenidos.

Frente al motor del mérito, la exaltación de lo grisáceo; frente al fomento de la excelencia, el cultivo del mínimo esfuerzo: he aquí el sistema español, todo en aras de la intocable ultraigualdad. La escuela es un instrumento de capacitación y promoción social, no una institución de beneficencia, algo que en España, con una ley educativa inspirada por aprendices de brujo del arbitrismo pseudopedagógico de laboratorio, todavía no se ha llegado a entender. Créanme: hay otra manera de hacer las cosas.

Nadezhda Eduardovna Taranko, Sta. Cruz de Tenerife. Cartas al Director, EL PAIS, 25 de Junio de 2007

jueves, 21 de junio de 2007

Como la vida misma

Un tipo volaba en globo, cuando de pronto se percata de que estaba perdido; maniobra y desciende un poco. Entonces divisa a un hombre en la calle y le grita:

- Disculpe, ¿podría usted ayudarme?. Prometí a un amigo que me encontraría con él a las dos, llevo media hora de retraso y no se dónde estoy...

- Claro que puedo ayudarle. Usted se encuentra en un globo de aire caliente, flotando a unos 30 metros de altura entre los 40 y los 42 grados de latitud Norte, y entre los 58 y los 60 grados de longitud Oeste.

- ¿Es Vd. informático?, pregunta el del globo.

- Sí, señor, lo soy. ¿Cómo lo supo?

- Porque todo lo que Vd. me ha dicho es 'técnicamente' correcto, pero 'prácticamente' inútil.

- Y Vd. debe ser un Jefe, ¿verdad...?, contesta el informático.

- En efecto, lo soy. Pero, ¿cómo lo supo?

- Muy fácil: no sabe ni donde está, ni para donde va... Hizo una promesa que no tiene ni idea de como cumplir y espera que ahora otro le resuelva el problema. De hecho, está exactamente en la misma situación en que se hallaba antes de encontrarnos... pero ahora, por algún motivo, resulta que... ¡la culpa es mía!

Encontrado en http://tormunto.blogspot.com

miércoles, 13 de junio de 2007

Demasiada importancia a la verdad comprobada

"El google es el peor invento que haya existido, porque antes si no sabias de una cosa o se te había olvidado y o bien improvisabas o bien teorizabas, ahora se piensa lo mismo sobre todo y se sabe lo mismo sobre cualquier cosa. Como en el juego aquel que le decías algo al oido y, tras dar la vuelta al grupo, te llegaba totalmente distorsionado pero mucho más divertido. Antes además podías inventar montones de cosas sin que se pudieran contrastar. Ahora las biografías son mucho más aburridas, las leyendas urbanas comprobales (y, claro, falsas, pero ya irremediablemente falsas) y el sueño de la desinformación no produce simpáticos monstruos. Nadie inventa, porque, pudiendo copiar... El que no sabe es simplemente por pereza, y antes, un perezoso imaginativo ¡tenía tantas cosas que contar! Le hemos dado una oportunidad terrible a la gente aburrida, pretenciosa y pedante, que no merecían, y no dejan de hablar, de hablar, de hablar... Pero, ¡no vamos encima a darle credibilidad a lo que cuentan!".

Darío en ¿Duermes, Didacus?

viernes, 8 de junio de 2007

Maestro

"No estoy aquí para pensar. No debo pensar. Ante todo sentir y ver. Y cuando de ver se pasa a mirar, se encienden raras luces y todo cobra una voz. Así, he descubierto, de pronto, en un segundo fulgurante, que existe una Danza de los Arboles. No son todos los que conocen el secreto de bailar en el viento. Pero los que poseen la gracia, organizan rondas de hojas ligeras, de ramas, de retoños, en torno a su propio tronco estremecido. Y es todo un ritmo el que se crea en las frondas; ritmo ascendente e inquieto, con encrespamientos y retornos de olas, con blancas pausas, respiros, vencimientos, que se alborozan y son torbellino, de repente, en una música prodigiosa de lo verde. Nada hay más hermoso que la danza de un macizo de bambúes en la brisa. Ninguna coreografía humana tiene la euritmia de una rama que se dibuja sobre el cielo. Llego a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado. Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema".

Alejo Carpentier, "Los pasos perdidos"

viernes, 1 de junio de 2007

Caminar

"Cuando la distancia deja de ser un fin, caminar se convierte en un aprendizaje. Andar una ciudad es desandarla, deconstruirla y mirarla hasta que ceda sus misterios".

Alejo Carpentier