miércoles, 28 de marzo de 2007

Madurez

"Tengo 71 años: la madurez consiste en darse cuenta de que uno no es tan chulo como creía".

Gianni Vattimo, "La Vanguardia", 28 de Marzo de 2007

viernes, 23 de marzo de 2007

Maestría

"A la puesta de sol atracamos junto a un tosco muelle de pilones plantados en el barro. Al penetrar en un pueblo donde mucho se hablaba de coleadas y manganas, advertí que habíamos llegado a las Tierras del Caballo. Era ante todo, ese olor a pista de circo, a sudor de ijares, que por tanto tiempo anduvo por el mundo, pregonando la cultura con el relincho. Era ese martilleo de sonido mate que me anunció la proximidad del herrero, aún atareado sobre sus yunques y fuelles, pintado en sombra, con su mandil de cuero, ante las llamas de la fragua. Era el bullir de la herradura al rojo apagada en el agua fría, y la canción que rimaba la hincada de los clavos en el casco. Y era luego el gualtrapear nervioso del corcel con zapatos nuevos, aún temeroso de resbalar sobre las piedras, y los encabritamientos y resabios, logrados a brida, ante la joven asomada a su ventana, luciendo una cinta en el pelo. Con el caballo había reaparecido la talabartería, perfumada de cueros, fresca de cordobanes, con sus operarios atareados bajo colgaduras de cinchas, estribos vaqueros, arciones de guadamecí y cabezadas para domingos con tachuelas de plata en la frontolera".

Alejo Carpentier, "Los pasos perdidos"

miércoles, 21 de marzo de 2007

Banksy II



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Banksy










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jueves, 8 de marzo de 2007

Tesoro

"Es la historia del rabino Eisik, de Cracovia, que el orientalista Heinrich Zimmer desenterró de los Khassidischen Bücher, de Martin Buber. Este piadoso rabino, Eisik de Cracovia, tuvo un sueño que le impelía ir a Praga. Allí, bajo el gran puente que llevaba al castillo real, descubriría un tesoro escondido. El sueño se reprodujo en tres ocasiones, y el rabino se decidió a partir. Una vez en Praga, halló el puente, pero se hallaba vigilado día y noche por centinelas. Eisik no osó buscar el tesoro. Al merodear por los alrededores acabó atrayendo la atención de capitán de la guardia, que le preguntó amablemente si había perdido algo. Con toda sinceridad, el rabino le contó el sueño. El oficial se echó a reír: "¡Pobre hombre!", le dijo. "¿De veras has gastado las suelas de los zapatos sólo por un sueño? ¿Qué persona razonable creería en un sueño?". El oficial también había escuchado una voz en sueños: "Me hablaba de Cracovia, me ordenaba ir allí y hallar un gran tesoro en la casa de un rabino llamado Eisik, hijo de Jekel. El tesoro estaba en un rincón polvoriento, enterrado tras el horno". Pero el oficial no concedía credibilidad alguna a las voces de los sueños, era una persona razonable. El rabino se inclinó profundamente, le dio las gracias y se apresuró a regresar a Cracovia. Buscó en el rincón abandonado de su casa y descubrió el tesoro que puso fin a su miseria.
"Así pues", comenta Heinrich Zimmer, "el verdadero tesoro, el que pone fin a nuestra miseria y nuestros sufrimientos, nunca está lejos, y por ello no hace falta buscarlo en un país lejano, pues se halla enterrado en las partes más íntimas de nuestra propia casa, es decir, de nuestro propio ser. Está detrás del horno, el centro de vida y calor que rige nuestra existencia, en el hondón del corazón, y si supiésemos buscar lo hallaríamos. Pero se da el hecho extraño y constante de que solamente tras un piadoso viaje a una región lejana de un país extranjero, en una tierra nueva, se nos podrá revelar el significado de esta voz interior que guía nuestra búsqueda. Y a este hecho extraño y constante se añade otro, a saber, que quien nos revele el sentido de nuestro misterioso viaje interior debe ser, él mismo, un extraño, de otro credo y de otra raza."

"El sueño de Eisik", del libro "Mitos Sueños y Misterios" de Mircea Eliade

Tirando

"El guionista Harvey Pekar dijo en un tebeo (cito de memoria) que la vida va tirando si tienes un curro fijo, un conejo y un escape creativo. Psí, estoy más o menos de acuerdo, aunque yo añadiría un cuarto pilar: una disciplina espiritual. Lo único que, en verdad, separa al ser del infraser".

Dildo de Congost en Dildodrome

lunes, 5 de marzo de 2007

Prodigioso Carpentier

"Echado sobre una arena tan leve que el menor insecto dibujaba en ella la huella de sus pasos, Esteban, desnudo, solo en el mundo, miraba las nubes, luminosas, inmóviles, tan lentas en cambiar de forma que no les bastaba el día entero, a veces, para desdibujar un arco de triunfo o una cabeza de profeta. Dicha total, sin ubicación ni época. Tedéum... O bien, con la barbilla reclinada en el frescor de una hoja de uvero, abismábase en la contemplación de un caracol -de uno solo erguido como monumento que le tapara el horizonte, a la altura del entrecejo. El caracol era el Mediador entre lo evanescente, lo escurrido, la fluidez sin ley ni medida y la tierra de las cristalizaciones, estructuras y alternancias, donde todo era asible y ponderable. De la Mar sometida a ciclos lunares, tornadiza, abierta o furiosa, ovillada o destejida, por siempre ajena al módulo, el teorema y la ecuación, surgían esos sorprendentes carapachos, símbolos en cifras y proporciones de lo que precisamente faltaba a la Madre. Fijación de desarrollos lineales, volutas legisladas, arquitecturas cónicas de una maravillosa precisión, equilibrios de volúmenes, arabescos tangibles que intuían todos los barroquismos por venir. Contemplando un caracol -uno solo- pensaba Esteban en la presencia de la Espiral durante milenios y milenios, ante la cotidiana mirada de pueblos pescadores, aún incapaces de entenderla ni de percibir siquiera la realidad de su presencia. Meditaba acerca de la poma del erizo, la hélice del muergo, las estrías de la venera jacobita, asombrándose ante aquella Ciencia de las Formas desplegada durante tantísimo tiempo frente a una humanidad aún sin ojos para pensarla. ¿Qué habrá en torno a mí que esté ya definido, inscrito, presente, y que aún no pueda entender? ¿Qué signo, qué mensaje, qué advertencia, en los rizos de la achicoria, el alfabeto de los musgos, la geometría de la pomarrosa? Mirar un caracol. Uno solo. Tedeum”.

"El Siglo de las Luces", Alejo Carpentier

Líderes



Ángel Boligan